La Nación
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El hombre y el delito

Hablaré del delincuente común, porque el delincuente de cuello blanco goza de buena salud. El que está en la mala es el delincuente común. Ese que puede aparecérsenos en cualquier lado. Bueno, pero también el delincuente de cuello blanco uno lo puede encontrar en cualquier lado de la cosa pública o privada; también es un “delincuente común”. Bien. El delincuente común lleva una vida azarosa porque se juega hasta la vida en cada robo que se propone. Sin embargo la sociedad, generosamente, espera y aspira que se resocialice; que se reintegre a la sociedad como una persona que acepta las normas de convivencia y busque el plato de comida de manera decente. Es decir, el delincuente común sí puede tener una segunda oportunidad. Esa oportunidad se la puede dar él mismo, sí cambia voluntariamente de estilo de vida; si pasa a ser un factor negativo a uno positivo. Pero esa segunda oportunidad también se la puede ofrecer un centro de reclusión cuando lo condenan a la cárcel. Sí, fíjense una cosa: El fin de un sistema carcelario es resocializar al delincuente. ¿O no?
 
Lo trágico es que el sistema carcelario de Colombia está fracasado, hay hacinamiento, los presos están en condiciones inhumanas y no resocializa. En estos momentos, la mascota de su casa vive mejor que un preso en Colombia. En estas condiciones es un robo decir que el sistema carcelario “resocializa al delincuente”. Y hay una frase que es un engaño, pintada en las entradas de las cárceles: “Aquí entra el hombre y no el delito” ¡Ja! Como está de desbarajustado el sistema carcelario, allí entra el hombre de la mano con el delito. Tanto así, que dicen que la cárcel es la universidad del crimen, pues los que entran pulen y desarrollan sus formas de robar ¡Se especializan! ¿O será mentira que desde las cárceles de Colombia se extorsiona y se estafa vía celular?
 
Y miren este detalle, las penas largas no permiten saber si el delincuente se resocializó. Sólo las penas cortas permitirían evidenciar si el delincuente está resocializado pues es en la calle, otra vez en la sociedad, que éste debe demostrar que ya no le jala a la delincuencia; que se la va a jugar por tener una segunda oportunidad. Mejor dicho, no sólo se debe reformular el sistema carcelario, para que de verdad resocialice al delincuente, sino que debe reformularse también el sistema de penas largas, pues sólo las penas cortas permitirían saber si de la cárcel salió “el hombre sin el delito”.