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El padre López

El último viernes de diciembre del 2014, falleció en esta ciudad el conocido y respetable sacerdote Marco Antonio López, luego de soportar serios quebrantos de salud que previamente  lo condujeron a internarse en una de las clínicas de Neiva.

Fueron sus padres don Luis Alejandro López y doña Dolores Alarcón, quienes conformaron un hogar ejemplar, donde nacieron sus hijos Jorge Enrique, Capitán de la Armada Nacional;  Marina, Trabajadora  Social; María Cecilia, Hermana de la Presentación y Jesús María, Abogado.

Desde su niñez mostró su inclinación por ponerse al servicio de Cristo, habiendo ingresado primero al Seminario Menor y luego al Seminario Conciliar de la ciudad de Garzón, después de terminar sus estudios secundarios en el Instituto Huila, regentado por el Presbítero Jenaro Díaz  Jordán.

Después de haber sido consagrado como sacerdote  por el obispo de Garzón, Monseñor Gerardo Martínez Madrigal, el Padre Marco Antonio López Alarcón, celebró su primera misa en la nueva Catedral de Neiva, el 16 de junio de 1949.

El padre López recorrió gran parte del territorio huilense en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, comenzando por ser coadjutor de las parroquias de San Agustín y de Neiva, sirviendo luego como Capellán del Hospital de San Miguel y pasando después como titular de las parroquias del Caguán, Oporapa, Tesalia, Guadalupe, Palestina, San Antonio de Anaconia, Villavieja, Aipe, Iquira, Baraya, Santa María y Hobo, así como de otras en la capital huilense.

Su dinamismo y capacidad de gestión le permitieron  vincularse a Advenat, institución alemana que le  colaboró económicamente para realizar obras en varias parroquias, incluyendo la adquisición de vehículos para un mejor cumplimiento de su misión pastoral.

En su labor evangélica fundó importantes grupos de oración y de catequesis encargados de divulgar los principios fundamentales de la religión. Además fue un deportista que acompañó y animó a las juventudes huilenses en varias disciplinas.

El Padre López superó los noventa años de edad, pero con muchos de ellos de total entrega a la feligresía para mayor honra y gloria de Dios, constituyéndose en  un modelo de beatitud, desprendimiento, grandeza y amor al prójimo. Como discípulo de Jesucristo siempre irradió bondad, misericordia y humildad a todos los fieles.

Fue un verdadero pastor de almas que veló porque su grey recibiera todo el alimento espiritual que fluye del Sermón de la Montaña, poniéndose al servicio de los pobres y de quienes han padecido de hambre y  sed de justicia en este país convulsionado por tantas desgracias causadas por los malos hijos de Colombia.

El padre Marco Antonio López Alarcón con su vida ejemplar, desde la eternidad,  seguirá irradiado bondad y misericordia a todos los fieles. ¡Alabado sea Dios!