La Nación
EDITORIAL

Glorias sin apoyo

No nos cansaremos de resaltar aquí las grandes victorias que obtienen unas pocas disciplinas del deporte huilense en los planos nacional e internacional, como acaba de ocurrir de nuevo con la marcha, esa categoría del atletismo que algunos ven como exótica pero otros han asumido como su plan de vida y la ruta más efectiva para darles a la región y al país notables triunfos. La marcha que, por razones aún no contadas completamente, ha hecho del Valle de Laboyos su mejor centro de formación y donde pululan los chiquillos, algunos descalzos por la pobreza, que encuentran en esta disciplina exigente el motor de crecimiento y realización de sus existencias; la marcha, que en el caso del vecino Ecuador le dio su única gran medalla olímpica, y en cuanto a Colombia ya títulos mundiales y la expectativa también de glorias olímpicas. La marcha, esa manera particular de competir caminando – justamente correr se castiga con tarjetas – debería tener hoy el más amplio respaldo institucional para su crecimiento y consolidación como la mejor alternativa del Huila en los torneos oficiales. Ahí está como la más reciente muestra el campeonato suramericano obtenido por Manuel Esteban Soto, quizá el siguiente ídolo después del fenomenal Eider Orlando Arévalo Truque.

Pero no. Ocurre que no, aunque nos parezca insólito pero no; la marcha es una cenicienta, es un deporte olvidado por el Estado – los municipios y el Departamento – a tal punto que sus mejores exponentes, como Arévalo y Soto y otros que van detrás, no les queda mejor camino que aceptar las ofertas de otras regiones, como el Distrito Capital de Bogotá, y abandonar su terruño. Baste comparar el apoyo económico a una institución privada como el Atlético Huila o a otra como Bambuqueros: miles de millones de pesos anualmente de las arcas oficiales para estos equipos, ¿cuánto para los marchistas? Menos que migajas, poco menos que limosna representada en pasajes de bus, algunas camisetas y tal vez unos tenis. Y sin embargo triunfan, ganan, se clasifican a suramericanos y mundiales y son campeones.

No sobra decirlo, una vez más: la marcha, y otras disciplinas diferentes al fútbol y al baloncesto profesionales, deben ser las depositarias del mayor apoyo oficial si consideramos su potencial medallista, su alto nivel dentro del llamado ciclo olímpico y su fortaleza para ser los deportes que nos entreguen mejores sitiales en eventos como los Juegos Nacionales. Es francamente vergonzoso que aquellos jóvenes que alcanzan un cierto nivel de calidad en sus pueblos deban dirigir su mirada, no a Neiva sino a la capital de la República para recibir el respaldo que se merecen con sobrados méritos. Como también ocurre con otras disciplinas. Andrés Darío Díaz, un joven discapacitado acaba de ganar bronce en los Juegos Parapanamericanos o las preseas obtenidas por los luchadores Andrea Olaya y Hernán Darío Ipus. Nuevas figuras, campeones solitarios, glorias sin apoyo.

Las alcaldías y la Gobernación del Huila tienen la obligación de que Soto, Arévalo, el profesor Chilito y todas esas promesas deportivas porten con orgullo uniformes opitas. ¿Muy difícil?

“Menos que migajas, poco menos que limosna representada en pasajes de bus, algunas camisetas y tal vez unos tenis”.

Editorialito

No basta que el magistrado Henry Villarraga salga en licencia para defenderse de las graves acusaciones que le formulan por corrupción en el cuestionado Consejo Superior de la Judicatura. Ante la contundencia de las pruebas debió renunciar o ser relevado del cargo, sin contemplación.