La captura el pasado fin de semana de Dairo Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’, el máximo jefe del ‘Clan del Golfo’ y uno de los narcotraficantes más buscados durante los últimos años en el país, representa un verdadero golpe del Estado sobre las estructuras criminales que azotan a los colombianos.
‘Otoniel’ era un símbolo del mal, ya que había logrado construir todo un imperio en el mundo de la violencia y el narcotráfico. Y como todo lo que ocurre en esos oscuros laberintos, lo que se logra es a punta de sangre y fuego y sometiendo a quien se le atraviese bajo el régimen del miedo y corrupción.
No en vano ‘Otoniel’, según la Fiscalía, registra 122 órdenes de captura y 7 medidas de aseguramiento por delitos como homicidio, reclutamiento ilícito, concierto para delinquir, secuestro extorsivo, terrorismo, porte ilegal de armas y narcotráfico, entre otros. Además, tiene vigentes 6 sentencias condenatorias, entre ellas dos de 40 y 50 años de prisión por homicidio agravado, homicidio en persona protegida, desaparición forzada, desplazamiento forzado y reclutamiento ilícito de menores. También pesan en su contra dos órdenes de captura con fines de extradición por parte de la Justicia de Estados Unidos por delitos federales de narcóticos.
El presidente Iván Duque ha reconocido que “‘Otoniel’ y el ‘Clan del Golfo’ son responsables de mover más de 160 toneladas de cocaína por año, cifras así nunca fueron alcanzadas por Pablo Escobar, pero además este bandido podría ser igual o más sanguinario que el cabecilla del Cartel de Medellín”.
Y sí, la caída de ‘Otoniel’ es un triunfo no sólo para las autoridades que lideraron el operativo, en especial la inteligencia de la Policía Nacional, sino para el país. Un criminal menos en las calles siempre representará un alivio.