La Nación
COLUMNISTAS

La purificación del conservatismo

El conservatismo ha sido históricamente la única fuerza organizada para sustentar el orden, la autoridad y los anhelos innatos de justicia que se anidan en la conciencia del pueblo colombiano. Un partido político que abandona sus principios y sus fuentes filosóficas, es un partido que olvida su historia, para convertirse en un combatiente desorientado que toca a retirada. A las nuevas generaciones les corresponde asumir el gran reto, desterrando a los falsos caudillos y becerros de oro con pies de barro.
Como se empieza a agitar una nueva etapa electoral, varios aspirantes no saben por cuál partido, grupo o movimiento se van a lanzar. Ya vimos la más fenomenal atropellada de quienes salieron corriendo a acampar en otras toldas para pescar curules a cualquier precio. Son las ratas y alimañas que huyen del barco cuando presienten el naufragio y no los capitanes que se hunden aferrados al timón.

En cuanto a nuestra ubicación ideológica, seguiremos firmes. Ya no tenemos en el frente de batalla a esos varones auténticamente superiores, en quienes se sumaban las más ricas virtudes de conductores políticos. Hay que rescatar y divulgar la ideología para que sirva de alimento espiritual a los conservadores. Se hace imprescindible darle una nueva organización que esté a tono con los tiempos modernos y con su proyección futura. Ser conservador es un estado del alma, a pesar de muchos de quienes han puesto su empeño en desacreditar la colectividad, o ponerla al servicio de sus apetencias.

La colectividad azul ha sido el mejor instrumento para servir el interés nacional y la única fuerza organizada que ha podido sustentar el orden, cuando otras tendencias políticas o de facto han pretendido arrasar con nuestra precaria democracia.

Desafortunadamente, los tiempos han cambiado. Varios dirigentes que poco hicieron en beneficio de la colectividad, nos hacen sentir vergüenza cuando expresan a los cuatro vientos que el partido se acabó. A ellos les cae implacable la siguiente sentencia, prevista en sus estatutos: “El Partido Conservador no quiere aumentar sus filas con hombres que no profesen teórica y prácticamente los principios de su programa. Por el contrario, le convendría que si en sus filas se hallan algunos que no aceptan con sinceridad estos principios, desertasen de una vez”.

¡Atención, renegados! Escuchen otro principio: “Si alguno o muchos de los militantes del partido se apartan del programa, el partido los abandona y los rechaza”. Aquí no cabe la parábola del perdón para el hijo desobediente.