La Nación
“¿Lavado de activos? ¿Eso qué es?”: Carpintero extraditable 8 20 mayo, 2024
INVESTIGACIÓN

“¿Lavado de activos? ¿Eso qué es?”: Carpintero extraditable

“¿Lavado de activos? ¿Eso qué es?”: Carpintero extraditable 14 20 mayo, 2024Hicieron incurrir en un error al presidente Juan Manuel Santos. Firmó la extradición de un hombre inocente, de un carpintero que la justicia norteamericana y colombiana mostró como integrante de una red de lavado de activos. Donde no se verifique la identidad de Ariel Martínez, él estuviera preso en Estados Unidos. Su drama lo narró a LA NACIÓN.

Ni siquiera el Gobierno de Estados Unidos tenía claro dónde vivía Ariel Martínez, el carpintero colombiano que terminó convertido en un supuesto extraditable, pero que después el montaje de las autoridades se esfumó y terminó libre.

Lo llamaron un mes antes de su captura al teléfono celular. Lo saludaron, se hicieron pasar como asesores comerciales de una empresa telefónica. Le pidieron su dirección de residencia, teléfono, ciudad. Querían ubicarlo. Lo anunciaron como ganador de un viaje al Mundial Brasil 2014 y un televisor de 42 pulgadas. Él, humilde, pero no ingenuo, llamó a la empresa de telefonía y confirmó que era un engaño.

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La DEA, el CTI y el Ejército le cayeron a su carpintería – donde labora hace 13 años- y lo tomaron preso. Juan Manuel Santos firmó su carta de extradición, pero lo hicieron caer en un error. Era imposible catalogar a Ariel Martínez como miembro de una red internacional de lavado de activos, cuando su único computador era un lapicero y un cuaderno.

Quedó libre, mientras Estados Unidos y las autoridades en Colombia se lanzan la pelota de quién tiene la responsabilidad. No descarta demandar al Estado.

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¿Cómo está?
Bien, con algunos quebrantos de salud, me duele la cintura, algunos dolores abdominales. Tenía pendientes unos exámenes médicos, unos chequeos, pero por el encierro en la cárcel no pude hacérmelos. Tengo un poquito de secuelas, fue un poco duro, la distancia de mi familia, de mis hijas…no es fácil, esto es muy duro.

Vamos por partes, ¿usted qué hacía en San Vicente?
Trabajo en un depósito donde se compra y se vende madera. Vendemos madera para construcción, ebanistería…Trabajo con eso desde que llegué a San Vicente hace trece años. Antes venía de Boyacá, y pasé por el Huila, Tolima y terminé en Caquetá.

¿Cómo empieza su drama?
Un mes antes de que me tomaran preso me entró una llamada telefónica, me decían que yo había sido un gran afortunado de entrar a participar en una rifa de un viaje al Mundial de Brasil o de un televisor de 42 pulgadas. A los 20 días que me llamaron- una semana antes de la captura-, me volvieron a llamar y me dijeron ‘Don Ariel, usted es uno de los afortunados, es decir, se ganó un premio’. En la primera llamada me pidieron nombre completo, número de cédula, teléfono, dirección, sitio donde me encontraba residiendo. Yo les pregunté qué me había ganado, ¿si el viaje al Mundial o el televisor? Porque yo soy poco aficionado al fútbol. Me dijeron no, su premio se lo dicen en la sede principal, se lo entregan el 18 de marzo en Bogotá. Tiene que ir que allá, para que le digan qué se ganó. Quedaron de volverme a llamar una hora después…Y en esa hora yo llamé a la empresa, pregunté si era cierto que estaban rifando un viaje o un televisor y me dijeron ‘No, ojo porque eso es un robo, esa oferta no existe’. Entonces, dije ‘devolvamos la llamada a ver qué van a decir’. Llamé de nuevo y habían apagado el teléfono celular. No nos volvimos a comunicar. El 18 de marzo de 2014- el mismo día en que me decían que tenía que ir por mi premio a Bogotá- me cayeron al depósito de madera en San Vicente.

¿Quiénes llegaron?
Llegó el CTI, la DEA y el Ejército de San Vicente. Empezaron a llamarme al celular, ‘Don Ariel está en el depósito, necesitamos una madera, es “bastantica”, me lo han recomendado muy bien. Díganos por favor dónde queda su negocio, denos las indicaciones’. Luego me volvieron a llamar porque yo no llegaba, les dije que ya iba, que fueran y me esperaran. Llegaron carros de civil, y yo les hice señas con la mano para que ingresaran a la carpintería y poder atenderlos. Detrás venían carros con el Ejército, yo pensé que eran militares, ingenieros que necesitaban madera, ellos van ocasionalmente. Se bajaron de las camionetas, sacaron una hoja, me la mostraron, me dijeron ‘usted es Ariel Martínez, es requerido por el Gobierno de los Estados Unidos por lavado de activos’. Yo dije ‘ese tema no lo conozco’. Me hablaban, y yo les insistía ‘Pero yo no conozco el tema, entiendan no conozco el tema’ (lavado de activos). Les repetía y les repetía. Me colocaron las esposas en mis manos, me llevaron al aeropuerto. El avión de la DEA alzó vuelo y se fue rumbo a Bogotá. Me dejaron en el aeropuerto de San Vicente con hombres del CTI, al rato fue un avión del Ejército y me llevó a Bogotá.

Usted qué les decía, sin entender qué era lavado de activos, ¿cómo se defendía?
Yo les decía ‘por favor, yo no sé qué es lavado de activos, yo por televisión veo noticias de eso, pero no lo conozco, son cosas que a uno no le interesan, que uno no les pone cuidado. De todas maneras me llevaron al CTI en Bogotá, me legalizaron la captura, me llevaron al búnker de la Fiscalía General de la Nación y a los diez días me trasladaron al patio de máxima seguridad en La Picota, donde están los extraditables; hacia demasiado frío, estaba en un noveno piso. Así mismo, había problema por todo, para que mi familia me fuera a visitar eran muchos papeles, todo era problema, ellos iban a visitarme, me los devolvían al Caquetá. Un drama bastante duro.

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¿Alcanzó a despedirse de su familia, a sacar al menos ropa de su casa?
El depósito de madera es cerca de mi casa, mi esposa se dio cuenta y ella llegó al aeropuerto, me llevó ropa, pero para irme a Bogotá me fui con la ropa de trabajo. Llevaba dos días con esa ropa, estaba toda sucia, pero dije ‘si me quieren coger que me lleven así’. Además, pensaba que me iban a investigar y ya, que me devolvían a San Vicente, pero fue peor, me llevaron al Bunker, me legalizaron la captura y me trasladaron después a La Picota. El pensado mío era ese: ‘como no debo nada, en ocho o quince días retorno a San Vicente’, pero no fue así. Allá, en el búnker, me decían ‘usted después que pasa por aquí no se va para la casa’. Pero yo no perdía las esperanzas.

Y ¿qué vino después?
Yo seguía en la cárcel, mientras en la calle, en San Vicente, mi familia, amigos y el sacerdote José Samuel García empezaron a pasar papeles. El cura llamó a un grupo de abogados, me recomendó, ellos creyeron en mí e iniciaron a trabajar en mi caso sin ningún interés. Ellos me apoyaron mucho hasta el último día en que salí. Pasaron pruebas, papales, testimonios, alegatos y nadie colocó cuidado. Hablaron con todo el mundo, pero no pasó nada. Ellos se contactaron entonces con los medios a nivel nacional, enviaron periodistas a San Vicente, consiguieron pruebas de que yo era inocente, las publicaron y prendieron las alarmas.

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En las fotos, al lado de hombres del CTI usted se veía tranquilo, a veces hasta reía, ¿por qué?
Estaba tranquilo, a mí me preguntaban por qué me reía en las fotos. Yo respondía que estaba tranquilo, confiado porque no debía nada, que pronto iba a estar libre y ellos se estaban equivocando. Yo me reía porque creía que esto no iba a llevar mucho tiempo, creía que se iban a dar cuenta de su error ligero, pero no fue así.

Cuando usted les decía que estaban equivocados, ¿qué le decían?
Hasta les dije ‘esto es mucho gasto del Gobierno Nacional traerme por aquí cuando no debo nada’. Me respondían que si no debía nada yo salía adelante, que estuviera confiado. Esa era mi tranquilidad. Lo que me dio duro fue la semana pasada, cuando el lunes me avisaron que habían visto por internet que el Presidente Juan Manuel Santos había firmado mi extradición. Esa noche sí me dio supremamente duro. Pasé en claro esa noche, no dormí, decía ‘Dios mío aquí mis hijas han venido a verme dos veces, ahora en Estados Unidos, no sé si me vuelvan a ver. Mi familia no irá por allá a visitarme. Yo soy pobre, muy humilde, la gente del pueblo me ha colaborado mucho con firmas, marchas, pero en la parte económica nada alcanza. Qué sería de la vida de mis hijas, de mi familia si me mandan a una cárcel de Estados Unidos…eso me preguntaba mil veces’.

¿Cómo pudo resistir a una noticia de extradición siendo inocente?
Mi inocencia iba por delante de todo, triste que no hubiera un Gobierno que revisara una prueba, nada. A uno le da muy duro porque siendo colombiano, tiene a un Gobierno que no revisa una hoja de papel y firma una extradición sin el Gobierno mover el dedo en favor de uno. Que si se lo quieren llevar, que se lo lleven. Supuestamente es el Presidente del país (Juan Manuel Santos), el que supuestamente lo defiende a uno, pero no. Eso es duro.

Lavado de activos, ¿es cierto que no sabe ni encender un computador?
No señor. Absolutamente no sé nada de eso. He trabajado atendiendo en el comercio, compra y venta de madera. El computador mío ha sido siempre un cuaderno y un lapicero.

¿Cómo fue su encierro en una cárcel?
Lo que viví en La Picota fue muy difícil. He sido una persona enferma, allá no dan permisos de entrar un medicamento. Las primeras veces, a mi esposa e hijas le recolectaron plata la gente en San Vicente para que mi familia, vinieran a verme a Bogotá, y llegan la primera vez a La Picota y no las dejaron entrar porque les faltaban unos documentos. Allá hay que entrar con pico y placa: una semana las cédulas terminadas con número par y la otra impar. No me dejaron entrar mis niñas. Me sentí muy golpeado. Viajaron desde lejos, de Florencia, hicieron un esfuerzo muy grande y a ellos les importa un bledo la vida de los demás. ¡Ay Dios! el frío allí en ese celda es impresionante, el piso en el noveno piso es helado, a las 5:00 de la tarde lo encierran a uno, a las 5:00 de la mañana lo levantan a bañarse, tiene una hora y si no alcanza se quedó sin bañarse, sin el desayuno. Después de estar preso todo el mundo hace lo que quiera con uno. Compartí celda con la misma red de lavado de activos, ni los conocía, se portaron muy bien conmigo. Primero me capturaron a mí, luego a ellos.

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Concluyamos: ¿de dónde pudo venir la equivocación con usted?
No sé. De todas maneras a mí me capturaron con la identidad completa: nombre, número de cédula, pero cómo o quién lo hizo, no sé. No entiendo cómo pudo entrar mi nombre ahí. Eso lo entenderá la Ley colombiana o de Estados Unidos. Imagino que me utilizaron el nombre, me falsificaron los documentos. No sé.

¿Demandará al Estado?
No he pensado en eso, estoy disfrutando mi libertad, a mi familia. Quiero estar ya en San Vicente, trabajando en mi taller de carpintería. No sé si más adelante pensaré diferente. No sé si me cambie el pensamiento.

¿Quisiera conocer Estados Unidos?
Mire que no me interesa viajar. Me interesa conocer Colombia, los parques naturales, eso sí, pero viajar hacia afuera no.

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