La Nación
¡Locura de poetas! 1 28 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

¡Locura de poetas!

¡Poderosa locura! Libre de rejas morales, de cárceles ideológicas, de lenguajes petrificados, ilumina su descomposición mental. Puente de cualquier ente al ser, de la ilusión a la realidad. Auténtico conocimiento esencial del ser humano.

Sus poemas nos liberan de la artificiosa cordura social, de la moral de rebaño. Nos tritura la programación para la ceguera, funesta condenación a ver el mundo con ojos ajenos.

Un ojo corriente solo ve el incesante flujo de aguas turbulentas y remolinos en descensos del bello Magdalena. Un ojo político, de juicio corrupto, solo vislumbra malecones a orillas del precioso río, contratos y contratistas, votos electorales y coimas… Ojo programado para la delincuencia.

Ojo de poeta, de locura, vuela al otro lado de las apariencias. Percibe lo invisible a través de lo visible, la vida entre tantos muertos, la eternidad en el fugitivo instante. Navega a través de la intuición sobre las alas de la imaginación. Allá descubre el alma de los seres vivos en sagrada armonía universal.

Divina locura poética de Jorge Villamil. Vio el alma de los guaduales, oyó sus llantos al viento de los valles. Observó sus alegrías entrelazándose los unos con los otros, alegres en el ritmo original, al canto de las mirlas y las cigarras. Develó la devaluación del ser humano dentro del capitalismo donde abundan oropeles. “Amigo cuánto tienes cuánto vales, / Principio de la actual filosofía”.

Tierna locura de Esthercita Forero. Fisgoneó los secretos de la luna barranquillera en noche de luna y palmera. La descubrió caminando por el río Magdalena. Enamorados, río y luna barranquillera. Los vio besar en la arena, bella moza, Luna de Rosa, luna barranquillera.

Sagrada locura de José Eustasio Rivera. Por ella, voló a la cima de la montaña, a la cumbre de sí mismo. Vislumbró un mitológico castillo, la noche estrellada le develó el gran misterio y ambicionó lo visto por su ojo loco: “… al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe, / es insondable al vuelo de mi ambición eterna”.

Respetable locura riveriana, creó un cementerio nocturno. Lo pobló con muertos equivocados, vivos que desconocían sus muertes. Puso vacas sobre sus tumbas, siguiendo la simbología universal, para rescatarlos del deceso, del olvido: “Ya de noche, unas vacas compasivas, / haciendo misteriosas rogativas, / se echan por calentar las sepulturas”.

Locura de poeta, luz en la noche según Novalis. Lúcida locura del ser humano según Heinrich Heine que, apabullada por tanta cordura alienante, tanta hipocresía lancinante, tanta astucia antropófaga, tanta decadencia puritana, “… cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca”.