La Nación
Metas cortas en carreteras 1 28 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Metas cortas en carreteras

Reynel Salas Vargas

En la próxima década el Huila cumple cien años de haber comenzado a desarrollar  sus carreteras. También cumple una centuria el servicio de aviación comercial.

A principios del siglo XX la tragedia del departamento era el aislamiento. Con excepción del Magdalena y los caminos no tenía otro medio de comunicación con los centros de consumo, a pesar de su riqueza agrícola, pecuaria y artesanal. La esperanza era el ferrocarril, que llegó en 1928. Internamente, la meta consistía en unir las cabeceras municipales con la capital, a fin de acelerar la economía de mercado y consolidar la primacía de Neiva.

Mientras se esperaba el tren, proyectado desde 1913, se utilizaron los pequeños aviones de SCADTA para el transporte de pasajeros. Por esa época se inició la adecuación de los caminos a vehículos de rueda. Así nacieron nuestras carreteras: realmente no se construyeron sobre trazados técnicamente diseñados; y así han permanecido durante la centuria, menos Suaza-Florencia.  La única transformación que se le hizo a la vieja red de caminos consistió en meterlos al centro de los pueblos, tal como están hoy, a pesar del  crecimiento del tráfico y del peso de los vehículos. Por ejemplo, el camino hacia el sur, saliendo de Neiva, pasaba por detrás del club Campestre,  seguía por abajo de Campoalegre hasta  Las Mercedes, después de Río Neiva, y continuaba hacia Hobo; en  Guasimilla subía las estribaciones de La Ensillada para llegar a La Guandinosa, en Gigante. Cuando el camino fue adaptado a vehículos, después del río Arenoso, en Trapichito, giró al Oriente, acercándose a Rivera; se enrumbó hacia Campoalegre, pasó por la Vega, buscando a Algeciras, y llegó a la hacienda La Angostura,  del General Matías Silva. Después de pasar Hobo, se corrió hacia el Occidente, hasta llegar al Magdalena en Puerto Seco. Necesitábamos acercarnos a La Plata, pues sus habitantes pretendían que la vía al sur pasara por su ciudad para seguir por La Argentina  y Saladoblanco hacia Pitalito, ya que se quería evitar Pericongo. Desechada esa posibilidad, de Puerto Seco subió a Los Altares y llegó a Gigante.

Nuestras carreteras tuvieron, inicialmente, cuatro direcciones, siendo Neiva el centro. A Villavieja para encontrarse con el tren. Hacia el Oriente y el Occidente, para integrar los cafetales de San Antonio, El Cedral y Teruel. Hacia el Sur, en procura de Pitalito, Mocoa y Florencia. En cien años, la novedad ha sido la salida al Occidente, por Popayán, pues no se pudo por Palmira. Y mucho más reciente la vía al Oriente, hacia San Vicente y a La Uribe, sin terminar.

La carretera Neiva-Garzón se pavimentó a mediados del siglo pasado; luego se ha intervenido en dos ocasiones más sin variar su trazado, salvo lo que se hizo por  El Quimbo. El tramo Gigante – Garzón permanece igual al que construyeron, en 1932, las cuadrillas de presidiarios con picos y palas, cuando el conflicto con el Perú urgió una vía para llevar tropas a Florencia. En La Honda se ven aún las huellas del camino-carretera de hace noventa años.

La nueva centuria comenzará con la misma limitación en el Huila. Mientras otros pueblos inauguran obras que reducen a minutos los trayectos, nosotros invertimos el tiempo gestionando la reparación de los daños de nuestras viejas e ineficientes carreteras. Poco nos importa el paso del tiempo. Lo significativo ayer era comunicarnos. Hoy tampoco le damos trascendencia a las condiciones en que lo hacemos, a pesar de que el mundo y la técnica han evolucionado.