La Nación
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No fue sorpresivo

El expresidente Álvaro Uribe Vélez no es el responsable de la catástrofe electoral del Centro Democrático en el Huila. Los resultados se preveían en los círculos políticos de esa colectividad que con preocupación observaban la forma rara como los parlamentarios y algunos de sus allegados que fungieron de “asesores” determinaron el curso de la campaña. No se respetaron las decisiones de los directorios de Neiva y del Departamento. Se les advirtió que en la selección de candidatos a la Asamblea y concejos municipales, los congresistas se arrogaban el derecho a escoger el primero y segundo renglón. Es decir, no eran autónomos. Hubo quejas por la postulación de aspirantes a alcaldes, en el sentido de que se prefería sectariamente a personas de origen liberal, ¡en poblaciones de mayoría conservadora! Y muchos de bajo perfil.

No se tuvo en cuenta el aporte que pudieran prestar los exparlamentarios con antiguos dirigentes de “sangre azul” de diverso nivel, por su experiencia, para la integración de un sólido equipo que irrumpiera en los pueblos para apoyar a los distintos candidatos. A estos les sobraba voluntad pero se les ignoró paladinamente. Está el caso del exrepresentante Jorge Eliseo Cabrera, quien fue desconocido por los “jefes” en las oportunidades en que trajo a la fogosa senadora Paloma Valencia.

Lo otro es que cada municipio y cada región tienen su problemática y el electorado escoge, cuando es sensato y no vende su conciencia, a la persona que interprete los anhelos colectivos. El ciudadano en la mayoría de los casos ahora no mira al partido o jefe de este para votar. El peor error fue creer que Uribe gozaba del privilegio de aparecer en los tarjetones para las distintas posiciones. Por eso el resultado de las urnas entre quienes no hicimos parte activa del proceso eleccionario no fue sorpresivo. Estábamos preparados para lo peor.

Pero como no todo es tristeza, nos llenó de júbilo la elección de Rodrigo Lara Sánchez en la Alcaldía de Neiva. Lara hizo una cruzada comicial de cara a los deseos y el descontento de las comunidades, especialmente enarbolando el mensaje de la moral en el manejo de lo público. Ello concitó el voto de opinión que hizo posible el triunfo sin comprar conciencias. Ese es un claro ejemplo de verdadera democracia.

Y por último, se espera que con la elección de Carlos Julio González Villa en la Gobernación, sea como la haya logrado, las expectativas del buen suceso administrativo se cumplan con actuaciones diáfanas, de avanzada en todos los campos, concordantes con sus promesas de campaña.