Con la celebración este 9 de febrero como el Día Nacional del Periodista se pudiera pensar que en esta fecha las salas de redacción están vacías. Nada más errado. Hoy percibimos en el universo periodístico la presencia de mujeres emprendedoras, capaces de imaginar un mundo donde compartamos la vida, los derechos, los recursos, los sueños, y también las incertidumbres y la esperanza; mujeres capaces de construir un imaginario colectivo rico en dignidades y libre sumisiones y abusos. En su pluma se percibe el anuncio al resto del mundo la necesidad de abandonar la mirada sesgada y excluyente. Cuando el día comienza, espontáneamente recurrimos a los medios de comunicación para enterarnos de lo que acontece en la aldea y comprender la complejidad y diversidad del momento histórico que nos ha tocado testimoniar. Me reconforta la pertinencia de las féminas de los medios masivos de comunicación visibilizando la presencia de sus congéneres en sus relatos y aventurarse por nuevos caminos, por rutas aún no transitadas, sin la brújula que solo marca el norte del poder. Es sano subrayar en trazo grueso que en sus agendas no se percibe la reacción patriarcal que empuja a la pérdida de derechos ya conseguidos; recuerden que la historia no es lineal y frente a los avances de los derechos de las mujeres hay tentaciones de retrocesos. Periodistas, destaquen en mayúsculas la lucha contra la violencia de género, el feminicidio, la trata de seres humanos con fines de explotación sexual y los abusos contra las mujeres en conflictos armados; escriban en negrilla que la impunidad falsea nuestras democracias, mina nuestras sociedades e introduce la semilla de la violencia que dará su peor fruto: la imposibilidad de la paz. Como actoras sociales de los medios de comunicación, es urgente estar vigilantes del cumplimiento de las leyes, denunciar las violaciones de los derechos humanos de las mujeres, controlar el comportamiento de los gobiernos y que sean autoexigentes con sus propios medios; se empoderen el lenguaje no sexista, que no lo dejen envejecer sin incorporar los nuevos usos que las mujeres le dan, que lo reinventen porque en él entramos todas, que no descuidemos nuestros valores, nuestras responsabilidades. Mujeres periodistas, sigan empeñadas en ser profesionales, que amen la profesión que tiene la pasión por la justicia y la verdad, sus mejores valores. Traslado mi solidaridad, reconocimiento y respeto al mismo tiempo, a quienes ejercen el periodismo en la región porque reconozco sus dificultades y los riesgos que implica trabajar en un país en conflicto armado. Sabemos que son enviadas especiales sin billete de regreso. Asevero sin temor a equivocarme, que no descansarán hasta que consiga que la profesión periodística, sea cómplice apasionada de la libertad y la paz, para todas, para todos.