La Nación
COLUMNISTAS

Utilidades descomunales

Los más recientes indicadores económicos dan cuenta de los buenos resultados de la economía colombiana, particularmente los obtenidos por el sistema financiero MIGUEL ÁNGEL LEMUS MANGONES Los más recientes indicadores económicos dan cuenta de los buenos resultados de la economía colombiana, particularmente los obtenidos por el sistema financiero, sector que registró utilidades de 9.6 billones de pesos. Que el sector financiero haya obtenido buenos resultados no sorprende, pues esa ha sido una constante histórica.  Lo sorprendente es que tales resultados los obtenga en un país en la que sólo el 50% de la población está bancarizada y en el que el impuesto del 4×1.000 ahuyenta de los bancos a quienes tienen capacidad de ahorro o de ser potenciales cuentacorrentistas, generándose un  estimulo al mercado extrabancario. De otra parte, las estadísticas dan cuenta que las personas mayores de edad tienen una bajísima relación con la banca, temerosos de ser espoliados con el alto costo de los servicios financieros, percepción que reduce la posibilidad de lograr un mayor nivel de crecimiento del país. Los colombianos seguimos preocupados de la insensibilidad del sistema financiero frente a la pobreza y la inequidad social. Nada más recogedor que los efectos sociales del cambio climático, pero más entristecedor es el silencio de quienes detentan el poder financiero, por su inamovilidad frente a las inclemencias de la naturaleza. Pero también, los colombianos seguimos expectantes del momento en que la banca se coloque por encima de sus intereses mercantilistas y desarrolle un sistema financiero más humano y coherente con un país que requiere de capital semilla para ser más emprendedor. ¿Cómo no adelantarse estrategias de responsabilidad social, como la encaminada a solucionar problemas como la falta de vivienda social, que todos aplaudiríamos? No es extraño que voces en el gobierno -más parecidas a la de un anacoreta- como la del Ministro Juan Carlos Echeverri, quien viene insistiendo sobre el efecto perverso de los altos costos de los servicios financieros. Una voz que debe convertirse en una política  para que se regulen las tarifas  y se termine con tanto abuso contra la sociedad. Ya es hora de que el gobierno sea más diligente y  se ocupe, no sólo de la preservación del sistema financiero y su  apoyo a eventuales crisis, como la ofrecida en la década de los noventas cuando le lanzó el salvavidas del 2×1.000, sino del bolsillo de los ciudadanos.