La Nación
OPINIÓN

Crisis petrolera

Cuando a mediados de esta semana el Presidente Santos le hablara al país sobre las implicaciones negativas que tendría el caótico desplome del precio del petróleo para la economía, la crisis ya había invadido indiscriminadamente la realidad colombiana.
 
Es palpable, estamos en recesión nosotros también.  Algunos expertos se han encargado de determinar, muy acertadamente, que el papel de Colombia a la hora de enfrentarse a la mala hora del “oro negro” ha sido completamente ineficiente. La bonanza petrolera ya pasó, y tanto los ahorros  como la inversión por regalías fue indebidamente planificada, y por lo tanto, con resultados mediocres y nocivos justo ahora cuando la crisis está azotando la economía mundial.
 
Colombia es un país “petróleodependiente”, los precios internacionales y la producción nacional son un eje fundamental para nuestras finanzas, más o menos un 8 % del P.I.B., casi el 90 % de las exportaciones tradicionales, cerca del 40 % del mercado de divisas y más o menos el 30 % de la inversión extranjera directa.
 
Con la caída del precio del barril de petróleo, ocasionada por la desaceleración en las economías de las mega potencias mundiales como China y Alemania, el autoabastecimiento de Estados Unidos gracias a nuevas técnicas de producción como  el fracturamiento hidráulico y la apertura del sector petrolero en México que paulatinamente puede resultar más atractiva para los inversionistas extranjeros, el sistema en Colombia se puede ver profundamente herido, más si se tiene en cuenta que la brújula de las finanzas públicas, el Marco Fiscal de Mediano Plazo, había calculado precios altos para el petróleo, lo que había precipitado inversiones que hoy en día resultan insufribles para el Estado.
 
Aquí en el Huila el golpe ya se está sintiendo. Han sido muchos los empleados de Ecopetrol y otras productoras que han tenido que ser despedidos casi masivamente. Y es que la realidad no es otra distinta a que resulta insuperable la pérdida por producción. El precio está por el piso, y como es obvio en un mercado como el nuestro a bajos precios, bajo margen de ganancia, y por tanto a las empresas le resulta insostenible el capital productivo, haciendo que sean muchos más los desempleados.
 
Como bien reza el adagio “al caído, caerle” y para rematar la faena, el agro y la industria de la región no son suficientes para solventar el descalabro. El Huila precisa de la inversión por regalías petroleras para subsistir. Aparte de ese rubro, y del sofisma que representa “El Quimbo” como fuente de crecimiento económico, no tenemos más de donde acaparar recursos. El café y el arroz afrontan con dificultades el fenómeno del niño, lo que impide que puedan mostrarse como soporte para el duro bajón petrolero.
 
La capacidad de abastecimiento del país podría durar hasta siete años, pero esto no sería suficiente. La inversión en infraestructura y desarrollo que debió hacerse con los recursos petroleros no se hizo, y por el contrario, lo que sirvió fue para reproducir un festín burocrático indiscriminado (18.000 nuevos caros en la rama ejecutiva en los últimos 4 años) que si bien dio empleo a muchos compatriotas, malgastó el dinero que pudo haber constituido una cama productiva que hoy nos estaría solventando.
 
Lo que los expertos recomiendan para sobreponerse al problema es proyectar mecanismos de inversión atractivos a los extranjeros, bajar la tasa de aranceles y promover mayor intensión de ahorro del capital, lo que a todas luces no se va a lograr con la recién aprobada reforma tributaria,  que fue diseñada más para tapar huecos que para brindar soluciones a largo plazo.
 
Y mientras esto pasa uno se puede estar preguntando ¿por qué el precio de la gasolina sigue subiendo? o ¿qué irá a pasar en un futuro si el precio sigue cayendo? Tendremos que esperar, prepararnos y aguantar.