La Nación
COLUMNISTAS

La extremada libertad

Un grupo de fundamentalistas islámicos atacó en Paris, Francia, al periódico satírico Charlie Hebdo, asesinó a doce personas y dejó heridas a diez más. Un ataque como respuesta a las caricaturas que, según el fundamentalismo islámico, son fuertemente ofensivas a sus creencias religiosas. Por supuesto que es lamentable lo sucedido, pues la libertad de expresión no puede ser censurada y menos asesinada. Pero también es un punto de reflexión sobre dónde está el límite en la libertad de expresión o si esta es verdaderamente absoluta. Si creemos en el principio que dice que la libertad de uno termina hasta donde empieza la libertad de los demás, entonces estamos aceptando que la libertad de expresión tiene una raya donde termina, no es absoluta. Por lo mismo, la libertad periodística, así se humorística, debe tener unos límites. Por ejemplo, si el fin de la prensa es buscar la verdad, no se puede ir tras de ella diciendo mentiras, difamando de los demás o pisoteando las creencias. Lo que supondría, que la verdad se tiene que ir buscando con dignidad. Y buscar con dignidad la verdad no es sólo no decir mentiras ni difamar de los demás, sino que es respetar la dignidad del otro, incluso sus creencias, así sea el más vil de los asesinos o el más despreciable de los corruptos.
 
Una de las caricaturas ofensivas producidas por el semanario atacado, según los fundamentalismos islámicos, es la que muestra a un musulmán (puede ser el mismo Mahoma) sosteniendo el Corán en sus manos como escudo, contra unas balas que atraviesan el libro y asesinan al hombre que lo sostiene. En esta caricatura, en un recuadro, hay dos palabras que dicen “masacre en Egipto” y la frase “el Corán es una mierda, pues no detiene las balas”. Es decir, el semanario se habría burlado de la masacre que hubo en Egipto en el año 2013, que dejó a 578 musulmanes asesinados por las fuerzas del gobierno. Una sátira durísima, pues supone que las balas que van dirigidas a eliminar musulmanes no las para ni el Corán.
 
No se puede negar que hay un periodismo, incluso satírico, que asume la libertad como algo absoluto y sin ningún límite peligrosamente se burla de manera desmedida hasta de los muertos y de las creencias de esos muertos, que puede generar ese tipo de violencia extrema que sufrieron los integrantes de ese periódico parisense. Pero la libertad de expresión también se trata de eso, de poder desarrollar una libertad extremada que, aún calculando sus dolorosas consecuencias, se asume el riesgo de ejercerla.