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¿Quo vadis?

Arduas discusiones se han dado sobre la articulación de América Latina como región y una política internacional coherente de cara al creciente fenómeno de la globalización. ¿Es acaso posible referirse al subcontinente como una región homogénea? Para el experto Arie M. Kacowiecz, las alternativas para América Latina son el resultado de la combinación de tres procesos fundamentales: globalización, regionalización y nacionalismo; estas fuerzas se interrelacionan, se superponen e incluso antagonizan entre sí.

A pesar de las particularidades que los diferencian entre sí, los países latinoamericanos se identifican por tres aspectos comunes: la asimetría, el entorno de seguridad y el impacto de la globalización. La asimetría hace referencia a las relaciones con otras regiones del mundo como Norte América, Europa o Asia; estas regiones suelen ser más importantes para América Latina de lo que América Latina es para ellas. En este contexto a pesar de los ingentes recursos naturales con los que cuenta la región, en ésta tan sólo se genera el 8% del producto interno bruto mundial.

El segundo aspecto lo constituye un entorno de seguridad en proceso de cambio que incluye la consolidación del subcontinente como zona de paz, con un nuevo panorama caracterizado, no obstante, por amenazas y conflictos que son a la vez internos y externos: desempleo, pobreza creciente, marginalidad social, violaciones de los derechos humanos, degradación del medio ambiente y amenazas al desarrollo democrático, al bienestar y a la estabilidad económica y política. El terrorismo y el narcotráfico plantean nuevos desafíos para la seguridad de la región.

El tercer aspecto en común son los efectos que la globalización ha tenido de manera significativa pero diferenciada en el desarrollo político, social y económico de cada uno de los países latinoamericanos. Tras adoptar una línea ortodoxa neoliberal en materia de política económica, América Latina construyó sólidas relaciones con las economías de mercado a costa de tornarse cada vez más dependiente e integrada a la economía global como exportadora de recursos naturales y materias primas.

Paradójicamente –señala Kacowiecz-, cuanto más se integra América Latina a la economía mundial, más se alienta el temor de que pudiera quedar marginada y sin una alternativa económica razonable. Sin embargo, asumiendo un enfoque más benévolo de la globalización, ésta podría también beneficiar el subcontinente con el surgimiento de nuevos tipos de actividades propiciadas por el desarrollo tecnológico y la disponibilidad de inversiones.

La percepción que de América Latina tienen los centros de poder mundial y el discurso vacilante de la dirigencia regional, permiten pensar que aún el subcontinente está distante de cumplir su destino manifiesto. Cabe entonces alzar la mirada e interrogarlo: ¿Quo vadis? Es decir: ¿Para dónde vas?