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COLUMNISTAS

Respetar las opiniones

¿Cuándo llegaremos a ser un pueblo civilizado en donde todos quepamos y respetemos las ideas y creencias de los otros? Como veo las cosas, parece que faltan años luz. Excúsenme si soy un tanto pesimista. Vamos a cumplir doscientos años de vida republicana y de proclamar la tan cacareada libertad: ¿en verdad somos libres? Mucho ruido y pocas nueces. Pregonamos muchas cosas y en la praxis, con frecuencia, somos incongruentes. El padre del Liberalismo, John Locke en su obra Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), pregonaba la libertad para todos: libertad política y libertad religiosa. Libertad para todos. Pero, ¡qué contradicción! Menos para los ateos y cristianos católicos. El poder inglés después de Enrique VIII casi arrasa a los cristianos católicos. Imagínese usted, en la democrática Inglaterra, los cristianos católicos no tenían derecho a tener propiedades. Sólo en 1860 se levantó tan inhumana restricción.

Como dice la sabiduría popular: del dicho al hecho, hay mucho trecho. Traigo a colación la siguiente historieta: “Un hombre estaba poniendo flores sobre la tumba de un pariente, cuando ve a un chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina. El hombre se dirige al chino con cierta suspicacia y le pregunta: “Disculpe, Señor, pero ¿cree usted que de verdad el difunto vendrá a comer arroz?”. El chino amablemente le responde: “Sí, cuando el suyo venga a oler flores”.

Con frecuencia en la vida universitaria se alimenta un ambiente de protesta. Hay como un imaginario cultural en donde da status llamarse de la izquierda (aunque poco se haya leído). Se oye cantar el gallo pero no se sabe dónde. Ya en mis largos años, he constatado que aquellos que más protestan, son los más incoherentes a la hora de ejercer el poder. Se aplica la sabiduría popular: no hay peor verdugo que aquél que ha sido esclavo. Son los que más maltratan al subalterno; son los autoritarios en los cargos de dirección. Líbrame Señor de aquellos que no aceptan la autoridad, abogan por un mundo anárquico para que se viva la ley del más fuerte. Aquí se aplica la selección natural del naturalista y biólogo Charles Darwin. En lenguaje criollo, el pez grande se come al chico. Los dos polos se atraen como en física: los anárquicos y los tiranos se compenetran. Detrás de un yo anárquico, hay un yo autocrático. El librepensador y defensor de la: libertad, igualdad y fraternidad, Robespierre, impuso la guillotina a sus adversarios, -claro que él murió pasado por la guillotina-. Se aplicó la sabiduría: fue víctima de su propio invento. Hay mucha incoherencia en el lenguaje. No cabe duda que la libertad, la igualdad y la fraternidad son un hermoso trípode de la convivencia humana. Sí, pero cuando se traduce en la conducta personal.

Hoy se habla mucho de ser incluyente. Pero en la práctica, ¡qué lejos estamos de ello! Hay empresas que exigen pertenecer al mismo credo de los dueños, de lo contrario se es despedido. Hay grupos en el poder, que el único delito para ser despedido y excluido es no pertenecer al grupo dominante. Hay mucho tilín y pocas paletas. Obras son amores y no buenas razones.

*Obispo de Neiva