La Nación
El “negocio” de la prostitución virtual en Neiva 2 20 mayo, 2024
INVESTIGACIÓN

El “negocio” de la prostitución virtual en Neiva

El “negocio” de la prostitución virtual en Neiva 8 20 mayo, 2024“Te gustaría tener excelentes ingresos como prepago en Neiva, dama de compañía, striptease, masajes relajantes, (Nombre de la empresa, número de celular). Absoluta reserva…te cuento: el servicio de una hora vale 200 mil y 500 mil dos horas. Primero hacemos sesión de fotos solo cuerpo sin que se vea la cara, me dices cuándo quieres comenzar, los clientes todos son VIP, reservados, todo muy privado”.

Julio de 2014. El mensaje llega textualmente a la bandeja de entrada del Facebook de Dana- seguramente le rebotó a más chicas opitas-, provenía de una red de prostitución en la capital huilense, un negocio simple, que opera desde una casa clandestina, sin pagar impuestos, sin figurar o “boletarse”, con dos computadoras y dos hábiles empleados que atrapan a jóvenes neivanas con una agilidad admirable e incluso despreciable: Daniel (nombre cambiado), 23 años, y Claudia, 19 años. Ella tranza, conquista corazones. Él las pone a prueba- pasan por sus manos-, y luego pactan el negocio.

A Dana-23 años- le causó sorpresa el mensaje. Y aprovechó el ‘papayazo’. Necesitaba dinero. Empezaba carrera universitaria.
-¿¿¿¿?????-, respondió la joven al mensaje de Facebook.

-¿Estás interesada?, escribió la mujer de la red, una figura oculta, escondida detrás de una computadora que jamás mostró su rostro, solo su dulce y coqueta voz. ¿Quieres ganar mucho dinero?
-“Sí, tal vez…me suena”, expresó Dana.

-“Eres una nena muy linda, veo que tienes un cuerpo casi parecido al mío. Me llamo Claudia, es mi nombre artístico. Aquí solo atendemos turistas, empresarios, doctores, ingenieros…Yo manejo el chat y me jefe se llama Daniel, es joven, es lindo, él hace las fotos, solo cuerpo. Tenemos una página en internet donde exponemos las chicas, pero solo mostramos sus fotos si la nena entra a trabajar con nosotros”.
-¿Cuánto podría ganarme?, indaga Dana.

-“Te pondríamos 200 por servicio, y 100 para la empresa, con ese dinero te compramos ropa interior para que no uses la tuya. Si trabajas con amanecida cobras 600 mil. ¿Puedes hacer las fotos con mi jefe?, indaga.
Dana- después de seguir interrogando-, acepta.

-“Las fotos serían en el motel (x), los servicios se hacen en ese sitio. ¿Conoces la suite? Ahí irías con mi jefe. Por cierto, no me lo vayas a quitar. No me lo vayas a tocar, menos a tocarle el ‘penesote’ que tiene…Colócate ropa sexy, necesito que sorprendas a mi jefe, pórtate atrevida, muévete, quiero que lo saludes con un beso cuando lo veas, debes decirle que quieres ganar billete. Eso sí, haz lo que él te diga sin pena, yo le di a él una pruebita y le siguió gustando, me ha tenido siempre servicios…”.

La charla continúa, la mujer sigue hablando del hilo dental que debe usar Dana en las fotos, le envía imágenes de chicas neivanas desnudas posando en la cama, en el tubo de un motel, hablan del valor que ganará, de la estatura de la chica. Ah!… y lo más importante: si tienes más amigas para prostituir. “Necesito chicas para un servicio esta noche. Pago 200 mil”.

Dana aceptó la propuesta. Llegó el día y al lugar acordado: un motel prestigioso en Neiva. Lo hizo sola, en un taxi, preguntó por Carlos –como también se hace llamar el dueño- y ahí la dejaron ingresar rápido. El cuarto estaba listo, la cámara también.

Saludó a Daniel, lo miró a sus ojos y él empezó a tocarla, mientras ella despojó sus prendas y el flash empezó a dispararse. Las imágenes fueron en ropa interior, posando, doblada en una cama.

“Me pidió algo a cambio. Me tocó estar con él. Empezó a seducirme para que se me quitara la pena, pero me pidió tener relaciones sexuales para empezar el negocio. Pasó lo que pasó y ya”.

Dana se sintió sucia y empezó por recriminarlo. Le producía asco hasta que le escribiera. Él (quien también atiende sexualmente a mujeres), se enamoró y empezó a seguirla.

Sin embargo, ella pasó “la prueba” y debía enfrentarse a su primer cliente. Esperaba conseguir un dinero, que según sus cuentas, lo alcanzaba con cinco o seis clientes y ya. El hombre contactó a la agencia por Facebook, le mostraron fotos de varias chicas y optó por Dana.

Ella llegó asustada al motel, miraba para todos lados y no sabía qué decirle. Ese día corrió con suerte. Esperaba a un hombre gordo, barrigón, casi anciano, pero no. Era un joven que no alcanzaba los 28 años. No obstante, mirarlo a los ojos era difícil. Él- dice ella- percibió su primiparada.

“No disfruté, lo que hice fue abrir las piernas y él realizó el resto. Yo no hice nada”, narra.

Ese día- ya después de salir del motel- decidió no prostituirse más. No era lo de ella. Decidió apartarse.

Optó por no volver a contestar su celular, su WhatsApp, pero Daniel- su jefe- insistía en llamarla a pedirle que se acostara con él.

Dana pensó marcharse del negocio sin problema, como fue la puerta de entrada, pero no fue así. La chantajearon, y hasta le anunciaron que tenían en su poder las fotografías de ella desnuda, en su intimidad. “Él y Claudia me decían que no jugara con fuego, que me iba a ir mal con las fotos…Yo los amenazaba con desmantelarles la empresa, con contar”.

Ella finalmente se asustó y acordó con él volverse a reencontrar. Era la única opción que tenía para desaparecer evidencias de sus días en la prostitución.

Se vieron en el barrio Tenerife de Neiva. Ella lo llevó en su motocicleta hasta donde él dijo: el motel. “Creía que me llevaría a otro lado, para borrar fotos no necesitábamos ir a una residencia. Finalmente lo hice”.

Él la trataba como la novia, ella lo despreciaba, dice. Ingresaron sin problema, a él lo conocen. Adentro de la habitación, Dana pidió que borrara sus fotografías sin ropa. Él, más astuto que ella, no lo dudó y le pidió nuevamente sexo y después sí borrarían las imágenes. “Me opuse, pero pensé que no tenía otra alternativa. Tuvimos sexo, pero igual, yo seguía despreciándolo”.

Al final borró las fotos desnudas que estaban en el correo de él, pero ella no captó que podría –a futuro- reincorporarlas desde la papelera. Las imágenes de la página de internet, él intentó eliminarlas, pero no lo logró desde el teléfono celular. Prometió hacerlo y ella desconoce finalmente si lo hizo. La siguen chantajeado y ella teme ser descubierta por su familia.

No denunció

Dana llegó hasta la Sijín de la Policía, ingresó hasta la oficina a denunciar a la red virtual de prostitución, pero oh sorpresa!, conocía a algunos de los policías porque habían estudiado con ella, y otros vivieron en su cuadra. No denunció.

Lo mejor- cuenta- fue marcharse, tratar de olvidarse del tema, pero su temor persiste. Daniel -quien sigue con sus fotografías desnuda- y quien puede estallarlas en redes sociales en cualquier momento, sigue reclutando mujeres. En su cuenta de WhatsApp descienden en escalera gran cantidad de mujeres neivanas y otros municipios, gordas, delgadas, blancas, oscuras. De todo tipo, edad. Ellas quieren dinero, también privacidad. Todas- sin distingo- han pasado por las manos de Daniel- quien hace la ‘prueba’. Todas pasan porque lo que importa es aumentar el álbum. Todas son mujeres normales, estudiantes universitarias y algunas sin escolaridad.

Dana cuenta su historia porque quiere sensibilizar a las demás jóvenes; entrar es fácil, les plantean buen dinero, horarios, reserva, pero salir es todo un “calvario”. Otras mujeres salen sin ningún contratiempo o amenaza. Pero muchas, son chantajeadas por sus fotografías al desnudo, que utilizan para mantenerlas obligadas en este “negocio”.

LA NACIÓN ingresó al pan page de Facebook de la red social. Y no aparecía foto de perfil. Adentro, estaban tres fotografías de chicas desnudas, mostrando sus partes más íntimas. Una era más abierta y fresca, mostraba su rostro.

Al día siguiente ya aparecía foto de perfil, pero obvio, era un montaje. No era Claudia- la que atiende-, menos aparece Daniel, quien seguramente leerá esta historia y se identificará, sabrá que es él quien atrapa por redes chicas neivanas, las seduce, las obliga a tener sexo con él, luego las chantajea y finalmente las bota como cualquier trapo sucio, quedándose con la mejor parte, las ganancias que ellas le generan por cada noche que deben acostarse con desconocidos.

La ventaja de esta “mafia de prostitución virtual”, para este caso organizada por Daniel, es la red que le permite ocultarse, aunque Dana tiene una fotografía de su rostro. Nadie sabe dónde vive, ni dónde opera. Seguramente cerrará su página unos días, producto de esta noticia de LA NACION, pero cuando la información pase de moda, él volverá a desnudar sus intenciones sexuales y comerciales.