La Nación
OPINIÓN

Profesionales al rebusque

La semana pasada se llevaron a cabo varias ceremonias de grado para profesionales universitarios. Médicos, Ingenieros, Abogados, y en general, un amplio grupo de estudiantes recibieron por parte de sus respectivas instituciones académicas, la acreditación de haber culminado con éxito su formación en determinada área. Sin duda y aunque suene odioso, este puede ser el más grande logro que alcanzarán la mayoría en sus vidas, ser un profesional.

 
También la semana pasada no pude dejar de ver una serie de especiales que realizara un canal de televisión sobre el amplísimo margen de personas que con una rica formación, deben “rebuscarse” en un mercado laboral paralelo, inestable y sobretodo desigual, la forma y los medios para subsistir, ellos y su familia.
 
Fue imposible no asociar ambos hechos. Más aún, cuando se viven realidades tan cercanas. Y es que si uno se da a la tarea de hablar con varias de las personas que se acaban de recibir como profesionales, la mayoría le dará la misma respuesta: “- No sé qué hacer ahora. Esto está muy duro -.”
 
Como van las cosas, y según el modelo económico y social que nos plantean las súper potencias extranjeras a las que nos hemos venido sometiendo desde hace tantos años (24 más o menos) será más rentable y practico, el que toda la formación académica se limite a cursos técnicos para profesiones básicas: Técnicos en enfermería, más no enfermeros; técnicos en sistemas, más no ingenieros; técnicos en contaduría, más no contadores; técnicos en administración, más no administradores; etc.
 
Y las razones para que aceptemos esta realidad son muy sencillas: i) Una cómoda posición hacia el sistema laboral ineficiente que nos cobija, y ii) Un modelo económico y social que nos absorbe hacia la mediocridad absoluta.
 
El primero se explica fácilmente y es palpable a todas luces: No nos gusta pagar por un servicio profesional. Recuerdo el cuento del Ingeniero que apretó un tornillo de una gran máquina para que funcionara y cobró 500 pesos por hacerlo, el atendido exclamó los altos costos y solicitó una descripción del servicio, el Ingeniero explicó: 1 peso por apretarlo, y 499 por saber cuál era el que debía apretar. El conocimiento profesional es muy poco valorado, y por lo tanto muy mal pago. Además también, esta situación empeora cuando un gran porcentaje de especialistas en un área determinada, ejercen su labor de manera deficiente. Con un promedio mayor de personas que trabajan en un sector de manera empírica y a costos más bajos ¿a qué empresa le interesa contratar a un profesional que trabaje menos y gane más? 
 
Lo segundo es más complejo, mucho más importante, pero menos comprendido. El Huila, y Colombia en general está convirtiéndose en un “mercado turco”, de esos que se hallan en Maicao, en la Guajira. Nos estamos dejando invadir de infinidad de productos y servicios extranjeros, que por ser extranjeros nos parecen la panacea más increíble, devaluando el producto nacional, y por tanto dejando sin posibilidades a un amplio sector industrial emergente. Si Colombia es un país eminentemente agrícola, ¿por qué se siguen firmando tratados internacionales para importar productos de tercera generación extranjeros (obviamente no nos mandan lo mejor) producidos en Kansas o Kentucky, si aquí mismo en las montañas de Guadalupe o Saladoblanco se producen de excelente calidad, con un precio aceptable, pero sobretodo dándole trabajo a nuestros campesinos, dinamizando la economía de toda la región? Abrimos nuestro mercado a empresas extranjeras que nos someten, y reducen nuestra capacidad laboral a mínimas proporciones.
 
Es cuestión de comprender y analizar. El sector petrolero es parecido, se prefiere contratar mano de obra técnica, a menores costos; y si esa mano de obra es extranjera, Venezolana preferiblemente, mejor. O También casos tan absurdos como la Hidroeléctrica del Quimbo, donde después de estos casi 5 o 6 años de trabajo para la gente de la región, no nos va a quedar nada: ni trabajo, ni tierras, ni energía, ni mucho menos agua. Nada.
 
Así están las cosas, preocupantes para los recién graduados, más preocupantes aún para los que estamos ad portas de hacerlo. Quien sabe cómo mejorar las cosas si a la gente del común no le importa, solo nos quejamos, pero poco actuamos. Algo así hablábamos con un señor taxista que me prestó el servicio de transporte hace algunos días, después de que me dijo que hace más de 20 años es economista.