El país se levantó ayer indignado por la masacre de los guardias indígenas en el departamento del Cauca. Disidencias de las Farc incursionaron en el municipio de Tacueyó y propiciaron un ataque que dejó cinco muertos y seis heridos. Entre los fallecidos se encuentra Cristina Bautista, quien era una de las seis máximas autoridades indígenas de la región.
“No es justo que nos estén exterminando, que nos estén masacrando”, fue el angustiante mensaje del consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca, Hermes Péte.
La misma noche del martes en la que se produjo la masacre, el presidente de la República Iván Duque ordenó el traslado al Cauca de los comandantes del Ejército y de las Fuerzas Militares para ponerse al frente de los hechos.
Ayer, el jefe de Estado visitó la región, pero su presencia no logró calmar las razonables rabia y angustia en que están sumidos los pueblos indígenas caucanos.
El panorama es sumamente difícil, pero se podría explicar de la siguiente manera: la fuerza pública no ha logrado copar los espacios que dejaron las Farc tras la firma del acuerdo de paz en el gobierno de Juan Manuel Santos, permitiendo que las disidencias y bandas criminales, alimentadas por el narcotráfico, se hayan apoderado de la región.
Y los ‘platos rotos’ los están pagando las comunidades inermes, aportando víctimas.
Mientras no haya una intervención integral del Estado en regiones como el Cauca, los colombianos seguiremos siendo testigos impávidos de masacres, secuestros y toda clase de hechos de violencia.
El gobierno del presidente Duque, como lo hemos venido insistiendo desde esta tribuna, tiene el inmenso reto de intervenir socialmente las regiones que fueron ocupadas históricamente por la guerrilla de las Farc y que hoy se encuentran en el olvido total.
“Mientras no haya una intervención integral del Estado en regiones como el Cauca, los colombianos seguiremos siendo testigos impávidos de masacres, secuestros y toda clase de hechos de violencia”